Destete: cuándo y cómo?
El patrón de duración de lactancia en los humanos hasta hace menos de 100 años, y todavía hoy en sociedades no contaminadas por la civilización predominante, ha sido de 3 a 4 años con variaciones entre el año y los 7 o más años.
Nuestro pasado evolutivo ha creado un organismo que delega en la lactancia el suministro del contexto para el desarrollo físico, cognitivo y emocional. Los datos sobre primates no humanos sugieren que los niños humanos están diseñados para recibir todos los beneficios de la lactancia durante un período mínimo de 2 años y medio y un aparente límite máximo de unos 7 años. La selección natural ha favorecido a los niños que presentan una fuerte predisposición genética a esperar ser amamantados varios años desde su nacimiento, por lo que el instinto de mamar permanece fuerte en ellos durante todo este período. Hoy en día muchas sociedades pueden satisfacer las necesidades nutritivas de los niños a partir del tercer o cuarto año de edad con alimentos de adultos modificados. Las sociedades industrializadas occidentales pueden compensar algunos (que no todos) los beneficios inmunológicos de la lactancia por medio de antibióticos, vacunas y mejoras sanitarias e higiénicas. Pero las necesidades físicas, cognitivas y emocionales de los niños persisten. Los profesionales de la asistencia sanitaria, los padres y el público en general deberían tomar conciencia de que entre los tres y los siete años es una edad razonable y apropiada para destetar a los humanos, por poco habitual que sea actualmente amamantar a un niño cuando ya ha dejado de ser bebé.
Una idea generalizada en la actualidad es que el niño no será capaz de destetarse solo, sino que por el contrario querrá seguir prendido al seno de la madre para siempre. Este es un planteamiento cierto y falso a la vez. Por supuesto que los niños siguen prendidos al pecho de la madre, en forma imaginaria; pero antes de que el niño pueda establecer el sentimiento de constancia de su propio pensamiento, su mente tiene que madurar para que pueda representar esa experiencia por fuera de la experiencia actual.
Es por eso que el destete gradual y lento, usando la intuición como guía antes que las instrucciones de otras madres, ya que no hay dos madres iguales ni dos bebés iguales, es preferible al destete artificialmente impuesto. Un destete arbitrariamente organizado puede interferir con el sentimiento del niño de ser una persona y de ser capaz de usar su propio discernimiento separadamente y en forma diferente a los demás.
Un destete normal además debe ser necesariamente lento porque ha de dar tiempo a introducir todos los alimentos de la dieta y a permitir el desarrollo de la habilidad para masticar y deglutir sólidos. Sin embargo, cuando son los niños los que eligen el momento del destete, lo suelen hacer rápidamente, sin evidencias de signos de estrés.
En los lactantes mayores, la lactancia tiene una parte afectiva de relación madre-hijo, otra nutritiva y otra de hábito. Cuando es la madre la que decide el momento de destetar a su bebé debe hacerlo con delicadeza. Dejarle llorar o irse de viaje son soluciones crueles y desconsideradas hacia él. Se puede dulcificar el proceso de varias maneras:
- Posponer el pecho o darlo con condiciones (cuando termines la comida, cuando vayas a dormir, sólo en casa, o sólo...) para ir disminuyendo el número de veces que mama.
- Cuando insista y "no sea el momento elegido", conviene proporcionarle otro tipo de consuelo: jugar, hacer un puzzle, leer un cuento, hacernos cosquillas, cantar, jugar al escondite, guardar los peluches, etc.
- Hablar con el niño, darle alguna explicación de por qué "ahora no se puede" (mamá está cansada, eres muy grande, ya comes bocadillos y con tenedor,...). Los niños son mucho más comprensivos de lo que se espera si perciben en sus padres un verdadero deseo de comunicarse y de compartir.
- Darle muestras de cariño continuamente (no sólo se ama dando el pecho).
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